Sánchez celebra el aniversario de su asalto a los cielos

Pedro Sánchez

Seguramente ustedes recuerdan la frase pronunciada por Pablo Iglesias durante la asamblea fundacional de Podemos: “El cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto”, aunque la frase no es original suya, pues fue Marx quien elevó a categoría política el concepto para describir las aspiraciones de la Comuna, la fugaz insurrección que tomó el poder en París entre marzo y mayo de 1871.

Pues diez años después de que el socio elegido por Sánchez para llegar y permanecer en el poder dictara sentencia de cómo hacerlo, aquí estamos, viendo como el impostor y toda su panda andan celebrando el cuarto aniversario de su “asalto a los cielos”.

Como el PSOE y el impostor están en horas más que bajas –disimulan bien y expanden propaganda y mentiras sin denuedo, pero conocen la verdad de lo que piensan de ellos los españoles- pues la prensa amiga (o sea, la pagada) y todos los cargos, carguitos y carguetes (o sea, todos los que están en los cargos o en las instituciones por designio de la sanchísima divinidad) se han puesto a difundir la buena nueva del advenimiento.

Illa- ese ministro de los 150.000 muertos al que ha protegido la Fiscalía para evitar que sea juzgado por las consecuencias penales y/o civiles de sus actos durante la pandemia de la Covid , va y hace su contribución a los fastos del aniversario: “Hace cuatro años que la moción de censura del PSOE al PP cambió la historia de nuestro país”.

Estas palabras de Illa -pronunciadas apenas una semana después de que impulsara una nueva ley de desconexión para Cataluña- desvelan con toda crudeza la estrategia del PSOE. Y es que la historia de un país no cambia cuando la alternancia en el gobierno se produce por métodos democráticos; sólo cuando el poder se consigue por métodos violentos o fraudulentos o se utiliza el poder alcanzado de forma formalmente democrática para liquidar el sistema democrático se puede decir con propiedad que se está cambiando la historia de un país. Las palabras de Illa son el reconocimiento expreso de que Sánchez llegó a La Moncloa con el objetivo de demoler el sistema del 78 y provocar el nacimiento de un nuevo régimen. Y eso es lo que están celebrando: que el proceso de demolición avanza satisfactoriamente.

Es la historia del particular asalto a los cielos protagonizado por Sánchez lo que los españoles debemos recordar. Sánchez llegó al Gobierno pervirtiendo el instrumento democrático de la Moción de Censura. La Constitución -precisamente para evitar las alianzas que no tengan otro fin que destruir al adversario político-, exige que las Mociones sean constructivas.  Él la convirtió en negativa al no plantar otro objetivo que echar a Rajoy utilizando como base única de la censura un párrafo fraudulento colado en una sentencia judicial que le escribió un juez amigo con el único propósito de que argumentara la Moción. O sea, el primer acto de Sánchez destinado a pervertir la democracia – para “cambiar la historia” de España, que diría Illa- lo cometió al diseñar la Moción de Censura en complicidad con determinados jueces y periodistas.

La segunda perversión del sistema la ejecutó al ser elegido Presidente de un Gobierno democrático tras alcanzar un pacto con los enemigos mortales y jurados de la democracia.  O sea, Sánchez “asaltó los cielos” cometiendo un doble fraude contra la democracia.

Y a partir de ese momento y utilizando todo el poder mediático e institucional, comenzó a desarrollar su estrategia para demoler, paso a paso, el sistema del 78. Hay que reconocerle el mérito y la constancia: tan solo cuatro años más tarde de llegar al Gobierno utilizando el sistema democrático, Sánchez pasará a la historia como el ejemplo moderno de cómo demoler el sistema democrático desde dentro de las propias instituciones democráticas.

El primer cambio consistió en recabar para el Gobierno de la Nación la competencia para ejecutar los golpes contra la democracia. Por eso la sede de la involución se trasladó desde Cataluña a Moncloa.

Y a partir de ahí, paso a paso, fue trabajando para liquidar el sistema del 78 y provocar el nacimiento del nuevo régimen, el sanchista. Empezó por elegir como socios para gobernar a partidos políticos que defienden un proyecto que para triunfar requiere de la eliminación del adversario. Muerte civil en el caso de los golpistas, muerte física en el caso de los pro etarras. El resultado de esa apuesta fue que el Gobierno de España se caracteriza por proteger a los delincuentes, ya sean secuestradores de niños, golpistas o terroristas.

Es esa pulsión delincuencial del presidente del Gobierno la que le lleva a dar el pésame a uno de sus socios políticos cuando muere en la cárcel un terrorista, reconociendo así en sede parlamentaria que él sabe que Bildu y ETA son la misma cosa. Y que a pesar de ello -o quizá precisamente por ello- les considera hombres de Estado, les ha entregado el gobierno de Navarra y pacta con ellos todas las leyes importantes, lo que sitúa al Gobierno de España como una anomalía en la Europa democrática.

¿Acaso es normal que la UE tenga que venir a España, uno de los estados miembro, a investigar por qué no se juzgan 372 crímenes de ETA? No; todo forma parte del proceso de involución. Como lo es que Sánchez pusiera al frente a la Fiscalía General del Estado a una sicaria política que no tiene otra misión que protegerle de la acción de la justicia por las consecuencias de todas sus tropelías. O que haya metido en la comisión de secretos oficiales a los herederos de quienes espiaban a ciudadanos inocentes y pasaban sus nombres a los verdugos para que los convirtieran en víctimas.

La involución del sistema constitucional se visualiza con total crudeza al constatar que el Tribunal Constitucional ha declarado inconstitucionales cuatro decretos del Gobierno. La última decisión ha llegado en plena celebración del cuarto aniversario del advenimiento del déspota; primero fue el decreto de nombramiento de Iglesias como miembro del CNI; después, los dos estados de alarma; y finalmente, la inhibición del Gobierno al trasladar la responsabilidad en la pandemia a las comunidades autónomas. Es inaudito que tengamos un gobierno inconstitucional por cuadruplicado que siga presumiendo de demócrata…

El Gobierno de la Nación haya pervertido el espíritu y hasta la letra de la Ley del Indulto para amnistiar a los delincuentes sediciosos y prevaricadores – o sea, golpistas y ladrones- aun a pesar del informe demoledor del Tribunal Supremo y de la promesa de los delincuentes de repetir los delitos. O que Sánchez considere un signo de normalidad (acuérdense que dijo, que  “desde que gobiernan los socialistas las instituciones funcionan con total normalidad”) que el gobierno de Cataluña se declare en rebeldía ante las sentencias del alto Tribunal de Justicia de Cataluña destinadas a proteger los derechos constitucionales  de los ciudadanos que viven en esa Comunidad.

O sea que lo que Illa llama cambio es involución. Y cuando pase algún tiempo y se escriba la historia real de estos años negros que comenzaron para España con el advenimiento de Zapatero primero y de Sánchez después, el PSOE, todos sus dirigentes y todos sus miembros- cómplices necesarios todos ellos- quedarán retratados como lo que son: unos traidores a la democracia.

Y mientras llega ese momento de señalar con el dedo a los cobardes y traidores, vamos a ver si nos activamos todos y echamos una mano a quienes están librando desde Cataluña la batalla por las libertades de todos los españoles. Prohibido rendirse. Y, por supuesto, prohibido olvidar.

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